"Escrito en Super 8", Natalia Mardero. Estuario Editora. 2019. |
Después de su última novela, “Cordón Soho”
(Estuario, 2014), podemos decir que Natalia Mardero ha sido una de las voces
narrativas femeninas que más se ha instalado dentro del panorama literario
uruguayo. Dueña de una voz que resulta algo sui generis en la literatura “millenial”
que aparece luego de su irrupción con el libro de relatos “Posmonauta” (Ed.
Latina 2001/ Irrupciones 2010) y los premios que dicho volumen recibiera
(Premio Municipal de Narrativa 1998 y Premio Revelación en la Feria del Libro
2001), Mardero viene transitando una senda tan inclasificable como la de
algunos de sus colegas de generación, hecho que vuelve su universo creativo tan
rico que le permite soltar la tinta entre la ciencia ficción o el realismo
costumbrista de un Montevideo muy Siglo XXI.
Es esa soltura a la hora de abordar cada uno de
los mundos en los que se mete, que ha hecho de Mardero la portadora de una
escritura fresca, una forma de ir en la lectura de sus textos que no necesita
un empujón, sino que introducirse en alguno de sus libros es empezar y terminar.
Es la caída hacia el decurso de una o varias historias, la revisión de un twit,
el ritmo vertiginoso de las redes o las diapositivas. Dígase cualquier cosa de
la obra de Mardero, menos que no es entretenida, tiene la reminiscencia
perfecta del cine y las luces que hacen magia visual contra la pantalla en una
película sin edad, para toda la familia.
Dentro de la línea de la escritora, con su
lenguaje y sello, se inscribe su último libro, “Escrito en Super 8” (Estuario,
2019). Si bien quizá, hasta ahora se trate de un libro diferencial dentro de la
producción de la escritora, conserva la esencia de lo anterior, ésta vez, con
una prosa madura que construye cada uno de los cuentos que conforman la
colección y que, como el título del libro evoca, aparecen en películas breves
que van hacia atrás, a un pasado en tanto que hilo de las narraciones y a un
pasado temático que hace diferente a este libro, su estética precede a “Posmonauta”.
La niñez y la juventud inexpertas son la patria que habita la mayoría de los personajes,
no una patria ajena y cosmopolita, sino una propia, entre lo reflexivo y el
recuerdo, hay una cercanía barrial por la que el lector camina.
Los cuentos que aquí se presentan tienen ese
color cotidiano de la historia pequeña, quizá la historia menos hitera de un
cine de barrio que bien observada pinta los detalles de un gran film. Allí
donde lo sucedido se vuelve íntimo, donde los personajes van hacia adentro de
sí mismos, hacia sus límites emocionales, es el momento en que aparece el alma,
la fuerza condensada de cada historia. Así se construye un universo de cuestiones
mínimas que, al estilo de una buena canción popular, involucran al mundo en su
sencillez. Entre el recuerdo infantil de un secuestro durante la dictadura, el
polvo furtivo de dos veteranos solos, la gesta de un lugar donde vivir siendo
estudiante, cada uno de los relatos va con fuerza desde adentro hacia afuera.
Con el poder de observación que utiliza Mardero
para retratar cada una de las escenas que forman este Super 8 encontrado en
algún escondite de las memorias, también maneja a la perfección el
direccionamiento de las veces y los focos, cada uno de los personajes repite su
lengua particular y cada uno de los cortos tiene su foco específico. Detrás,
aparece la dirección de una narradora que hace visible muy clara su forma
personal de contar en función del material que se tiene, de los actores
elegidos, de los personajes en conflicto.
Los cuentos que componen “Escrito en Super 8”
son imágenes que se conservan en una forma eficaz de la narrativa, en una prosa
simple que despliega de forma certera el sentido de cada cuento. Una película formada
por varias historias, cada escena construida a partir del detalle y la
insinuación. Quizá un quiebre en la obra de Mardero, un modo de ir de aquí en
más en la búsqueda de la historia y la esgrima del relato. Se trata del libro
de una escritora que, ni más ni menos, tiene cosas para contar.
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