"Ensimismado", de Omar Giammarco. Independiente. 2019. |
La esgrima del cantautor es una alquimia casi
secreta y misteriosa en la historia de la canción porteña. Y me refiero al
cantautor como un género considerado en sí propio, es decir, aquel trovador
ciudadano que tiene en su voz y en sus canciones la esencia del tango, de la
murga porteña, del rock argentino, de la milonga rioplatense y que, metidos
esos condimentos en la misma olla, hace aparecer héroes, alter egos de las seis
cuerdas como Alejandro del Prado, Ariel Prat, Acho Estol o Pablo Dacal. Así se
va conformando una mitología misteriosa de las canciones de Buenos Aires.
En ese ir y venir de la magia porteña aparece
Omar Giammarco, ya conocido creador de títulos memorables en la fauna que
puebla los pentagramas porteños. Esta vez, con un disco que sigue su sello, su
impronta reconocible y propia, un disco que, como los otros, transita por
diversas maneras de la canción pero que, al mismo tiempo, se asienta en un
estilo ecléctico y único a la vez, donde el sonido aparece mejor que nunca
hasta ahora.
Desde el inicio en “Por estos barrios”, su
primer disco del 2001, la obra del cantor oscila entre el rock, el tango, la
murga, aquellos géneros que cuentan y cantan la gesta de los barrios orilleros,
el espíritu rico de unas ciudades tan cercanas como míticas. A partir de allí,
su forma de crear, arreglar y producir ha ido creciendo hasta llegar a un nivel
de producción y cuidado del sonido realmente envidiables, ya una precuela de
este “Ensimismado”, su reciente álbum, fue “Nunca se sabe” (2013), con
canciones y sonidos muy cuidados. En medio apareció “Música menor” con el
brasileño Arthur de Faría, siguiendo esa línea del cruce, y ahora este disco,
que consolida a un poeta/cantor/productor.
En este disco, tal como advierte su título,
vamos a escuchar a un Giammarco mas Giammarco que antes, desprovisto de la
abundancia de invitados, a diferencia de sus discos anteriores, aquí lo que se
logra, lo logra el autor. Con arreglos sobrios pero muy acertados pasamos a
grupa de la canción desde el rock/pop al vals sombrío en temas como “Kong”, o a
la murga en una reversión más polenta que la inicial “Por estos barrios”, una
versión con más tuco, más arreglada y ahora sí con dos invitados; Hernán “Cucuza”
Catiello y Raúl “Tinta Brava” Castro, de la murga “Falta y Resto”.
Además del cierre con “Por estos barrios”, que
desde su inicio fue siempre una gran canción, tocada de esa gracia que la hace
hit (por más secreta que sea), algunos puntos altos del disco son el ya
mencionado “Kong”, un vals preciosamente arreglado, de música neblinosa y una
letra casi inverosímil, en esa forma que tiene Omar Giammarco de hacer
historias mínimas en canciones muy grandes. También está la personal versión de
“Música de fondo para cualquier fiesta animada”, una de las mejores canciones
de aquel Charly García de Sui Generis y que, esta vez, cuenta con la batería de
Rodolfo García. Pero quizá la canción más amorosamente beat sea “Margaritas a
los chanchos”, un track que si bien se quema casi al inicio del disco, quedará
sonando a lo largo de las demás canciones con sus versos tiernos y su música
luminosa.
Con este “Ensimismado”, Omar Giammarco va sobre
sí mismo, siempre fiel a sus gustos, a su tradición, al lugar en el que está
parado. Sin esconder las influencias, pero siendo cada vez más él. Otro mosaico
para profano que se luce en la catedral de la canción porteña.
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