Entrevista realizada a principios del 2017, a propósito de "Las cosas que perdimos en el fuego" (Anagrama)
Foto: gatopardo.com |
Impactado por la aparición de su primera novela,
"Bajar es lo peor" (1994), hoy el ambiente literario argentino ya
tiene el nombre de Mariana Enríquez instaladísimo como una de las grandes
referentes de la narrativa actual. Heredera de los elementos alquímicos que
hacen a la tradición literaria de la Argentina, sabia "traductora" de
los miedos sociales, con algo del horror cercano de Stephen King y otro poco de
la sombra de Alejandra Pizarnik, Enríquez ha logrado hacerse de un nombre clave
para los lectores de las letras de terror. Varios de sus cuentos han circulado
desde Página 12 (donde se desempeña como subeditora del suplemento Radar), y se
han instalado como un zumbido oscuro con sus tramas espeluznantes por lo
posible, aunque nunca faltas de un elemento fantástico que de el toque exacto
para que el lector se sienta, por completo, metido en clima inquietante, que lo
lo excita y lo atrae.
Si bien se le ha conocido como una fanática y experta
lectora de la literatura de vampiros, no es por allí donde caminan sus
historias, sino que toman ese algo siniestro que todos tenemos y los muestran
descarnado, para que, al leerla uno se pregunte cómo no pensar en que algo así
podría estar esperándonos en la vereda: mujeres quemadas, adolescentes
desequilibradas, niños muertos, celos, terrores íntimos que se cuelan en la
consciencia colectiva, que están latentes y que Mariana Enríquez relata con
maestría para sacarnos la venda y ver que, mucho de lo que nos rodea, puede ser
una historia de horror.
El año pasado se editó su libro de cuentos "Las
cosas que perdimos en el fuego", que fue editado en más de veinte países,
además de los de habla hispana, que le valió el premio Ciutat de Barcelona en
la categoría "literatura castellana", y este año se reeditó, a través
de Anagrama "Los peligros de fumar en la cama", su anterior volumen
de relatos. A propósito de algunas cosas, le hacemos algunas preguntas a
Mariana Enríquez.
¿Hay miedos rioplatenses que puedan diferenciarse del resto?
Si, todos los lugares tienen sus miedos particulares.
Encuentro que, si llamamos “rioplatense” a Buenos Aires y Montevideo, nuestros
miedos son algo melancólicos, muy fantasmales. Son ciudades lejanas, húmedas.
No sé: a mi siempre me dieron bastante miedo las novelas de Larsen de Onetti,
especialmente el clima gótico de El Astillero.
¿Se podría hablar de un terror/horror rioplatense como género?
Eso es otra cosa. En castellano, en general, el horror
siempre se presentó en casos aislados. En escritores aislados –aunque algunos
muy importantes, claro, como Quiroga; pero pensá cuánto hace de Quiroga-- o en
relatos o novelas aisladas de escritores que no se dedicaron. Para que sea un
género, como el cuento de fantasmas inglés, tiene que haber una tradición clara
y creo que no la hay.
Así como con la muerte, ¿ha habido un tabú con el terror?
Espero que no. Algunos hechos muy espantosos de la
guerra y la política suelen ser tabú, pero cada vez menos.
¿Por qué la figura femenina se vuelve tan axial en el género a lo largo de
la historia?
Porque tradicionalmente la mujer fue lo vulnerable que
había que proteger. Y perder a la mujer, de alguna manera, era perder la
descendencia, la especie. También, casi al mismo tiempo, era la bruja, la mujer
peligrosa en tratos con el Demonio, que rompía el orden masculino de la
religión y el dominio. Luego, en el gótico, me parece que había un impulso
sobre todo de las escritoras mujeres que escribieron el género en hablar sobre
sus encierros, sus frustraciones, sus limitaciones, desde un lugar muy oscuro
–que lo era--. Hoy, por toda esa historia, la mujer se ganó un lugar
protagónico aunque el rol afortunadamente puede ir variando, puede ser villana,
puede ser la monstrua, la brutal.
Tanto en “Los peligros de fumar en la cama”, como en “Las cosas que
perdimos en el fuego”, hay una presencia política fuerte. La política ¿tiene su
costado terrorífico?
Por supuesto, la política es lo que influye
directamente en la vida de la gente y, especialmente en nuestros países, puede
ser muy violenta. Las dictaduras, las grandes crisis, la desigualdad, todo eso
es el horror.
¿Por qué el horror tiene tan presente la adolescencia como eje central?
Incluso en “Los peligros” y “Las cosas que perdimos”, hay varios cuentos
protagonizados por adolescentes.
No sé en general, pero en mi caso la adolescencia me
parece un momento muy poderoso y muy vulnerable. El gusto por el peligro, el
despertar sexual, la crueldad de cierta inconsciencia, la rebeldía e incluso
cierto enamoramiento con la muerte que vienen con la edad son ideales para un
relato del terror. Eso también sucede en cine.
¿Por qué escritores, del género o no, te sentís influenciada?
Stephen
King, Robert Aickman, Ray Bradbury, William Faulkner, el Cortázar cuentista,
Peter Straub, Rimbaud, J. G. Ballard, Neil Gaiman, Bruce Chatwin, Roberto Arlt,
Manuel Puig.
¿Qué escritores de la actualidad te interesan?
En castellano, Federico Falco, Maximiliano Barrientos,
Javier Calvo, María Gainza, Margarita García Robayo, Liliana Bodoc, Mariano
Blatt (apenas una selección). En inglés y algún otro Laird Barron, Kelly Link,
M. John Harrison, Helen Oyeyemi, Warsan Shire, John Ajvide Lindqvist, muchos
más.
Para el terror, ¿el cuento o la novela?
Los dos.
Parafraseando una película clásica de asesinos en serie, ¿cuál es tu
película de terror favorita? ¿Por qué?
"Mulholland Drive", de David Lynch. Porque
me da miedo, sencillamente.
¿Y libro?
Cementerio de animales de Stephen King. Por el mismo motivo
y además porque es extremadamente retorcido y valiente. Un libro sobre el miedo
a la muerte descarado, brutal.
Cerrada la gira de “Las cosas que perdimos en el fuego” que ha sido
explosiva, ¿qué proyecto literario tenés?
Falta para la gira del libro, tengo que ir a algunos
lanzamientos europeos. Los próximos proyectos son una novela corta fantástica,
filo juvenil, que saldrá por Random en abril y estoy escribiendo una novela.
Larga. De terror. Pero no puedo decir mucho más.
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