Publicada el 3 de Mayo en La Diaria
Foto: Alejandro Persichetti |
Ya
convertida en una de las referentes tangueras más importantes, aunque nunca sin
dejar del todo la impronta roquera con la que la conocimos en la mejor época de
“La Tabaré”, Mónica Navarro vuelve al rock, pero no tanto. Es que este quinto
disco solista, “Maldigo” (MMG), la posiciona como una intérprete que conoce la
canción, que sabe hacia dónde va y que puede transitar un género y otro. Este
disco muestra a una Navarro des-generada y a la vez echando mano a la fuerza y
la rabia del rock para cantar un puñado de clásicos del folklore nacional y
latinoamericano que traen consigo el peso de la historia, la forma, la
idiosincrasia de un continente, de una tierra o de una patria/matria.
El título,
heredado de la canción “Maldigo del alto cielo” de Violeta Parra, propone el
tono de lo que será el disco; fuerza animal para un tiempo complicado, entre
una importante presencia de autoras y referentes femeninas en versiones como
las de “María Landó”, de Chabuca Granda, o la de “Mazúrquica modérnica”, de la
ya nombrada chilena, o temas que fueron ícono del repertorio de una celebrada Amalia de la Vega en “Como yo
lo siento” (todo al ritmo del cachetazo), y la aparición de “Guitarra negra”, de Alfredo Zitarrosa, donde
algunos pilares del texto como “Hago falta” o “Uruguay for export” se ven
resignificados en la voz de Navarro con una explosión de guitarras eléctricas y
baterías.
Se trata
del poder de la canción, de cada tema elegido para resistir no solamente el
paso del tiempo, sino otro enfoque en cada uno de los acertados arreglos que
propone este “Maldigo”, este bombazo heavy entre el milongueo y el pogo, donde
las penas y los orgullos humildes saltan con fuerza en el compás de la bronca
con sentido. Se trata de política, ni más ni menos.
Antes de la
presentación del disco el 6 de Junio, a las 20:30, en el Teatro Solís, la calle
Soriano está apagando los últimos sonidos de las caminatas diarias, así que
llego para conversar con la cantante acerca del disco, de su carrera, de sus
visiones y versiones. Entre unas empanadas veganas aún en el horno y el sonido
dorado de un whisky cayendo sobre dos piedras de hielo, la noche le pide
silencio al barrio para charlar con Mónica Navarro.
Mas allá de la canción de Violeta Parra, ¿por
qué “Maldigo”? ¿Qué maldecís?
¿No son
épocas de maldecir? Siempre pienso esto, cuando uno dice una cosa, dice esa
cosa y todo lo opuesto, y yo me discuto entre esas dos cosas, entre la
oscuridad de maldecir y la luz de la bendición, siempre y cuando la bendición
no venga de afuera, sino que sea interna. Yo maldigo pila de cosas, sobre todo
las cosas vinculadas a mí. Maldigo lo que creí del amor hasta ahora, maldigo lo
que aprendí de que la familia es “tal cosa”, la célula de la sociedad. Maldigo esas
estructuras. Que es lo mismo que maldice Violeta Parra en la canción, a través
del amor, porque ella a quien maldice fundamentalmente es a ese amor que la
traicionó. Y la traición como una elección política; si traicionás, está feo.
Lo político ¿aún en el amor?
Aún en el
amor. Por eso me parece divino la gente que, por ahí, son swingers, porque
tienen una honestidad en el vínculo. Está claro, se vinculan así. Entonces vos
podés elegir o no, pero la traición es traición. ¿Con qué cara decís “tal
político me traicionó” si vos sos un traidor en la corta, que es la que más
vale? Entonces la traición en el amor, en los vínculos cortitos, me parece tan
política y tan grosa, porque ahí empiezan las decisiones zarpadas, con la gente
que vos querés.
¿Y maldecís cosas del exterior, también?
Claro, por
ejemplo, creo que el cambio, por lo menos el cambio de mirada de las cosas está
en la mano de “les mujeros”. En subvertir la forma de ver las cosas, me parece
que ahí está el cambio, y maldigo gobiernos que van a pensar solamente en una
clase sin ver al resto, maldigo la falta de empatía en ver que hay guerras que
suceden lejos y uno dice “ay, son problemas religiosos, nosotros no tenemos
nada que ver”, y en realidad es como que estuviéramos acá en el living y mi hija
estuviese en el cuarto de al lado pegándose con alguien y dijéramos “ta, es en
el cuarto de al lado”, cierta ajenidad a lo que sucede en tu misma casa. A mí
me costó darme cuenta que el mundo es una casa que es de todos, porque es algo
invisibilizado con “es lejos, no tenés nada que ver”. Sí, tenés que ver. Todo
tiene que ver. Tarde o temprano nos va a repercutir a todos, aún a los hijos, a
los nietos, a sus herencias. Y también bendigo que haya pila de movimientos
sociales a los que maldigo haber llegado tarde. Cómo me hubiera gustado ser
feminista desde antes, pero llegué a hora. O quizá era feminista de otra forma,
sin el definido.
¿Por qué volviste al rock?
Me empezó a
pasar, así como me había pasado antes cuando sentí que el rock había dejado de
contarme, que cuando juntaba el cuento de una Violeta Parra con la intensidad
más subterránea y ciudadana del rocanrol, el resultado que me daba era más
simpático hoy. Y con el tango, al que amo profundamente y nunca se me ocurriría
en la vida pensar que no lo haría más, de hecho creo que este momento es un
resultado tanguero a full. Pero esas letras con la intensidad del rock me
cerraban más. Por ejemplo en “María Landó”, al escuchar “María no tiene tiempo
de alzar los ojos”, yo decía; “esto es la venganza de María”. María no es
solamente leve, es más, María tiene bronca de no poder levantar la cabeza.
Entonces me pasó eso, que esa conjunción más intensa y más eléctrica, hacía que
me cerraran mejor las letras.
O sea que esas letras, en el trabajo, se ven
resignificadas…
Espero. Yo
las resignifiqué en mi cabeza. No sé qué le pasa a les otres cuando escuchen
las canciones. Yo creo que escuchar “el marronero”, con esa escena musical que
tiene a mí me sitúa en una cosa mucho más áspera. No hay barro porque llueve,
hay barro porque hay lodazal con sangre de vacas muertas. En mi cabeza es un
“The Wall” criollo, así me cierra a mí. No hay un tema que no tenga que ver con
el próximo y el hilo conductor del disco es “Guitarra negra”. Todo tiene que
ver con todo.
¿Cómo fue el criterio de selección de los
temas?
Hacía
zarpado tiempo que estas canciones me rondaban por la cabeza, y en principio el
disco iba a ser un disco de tango, de milongas, más inclinado a lo folklórico,
pero quería un disco con un sonido distinto. Quería cambiar las guitarras,
poner percusión, quería que tuviera más furia, que fuera un disco más enojado.
Y bueno, finalmente terminó decantando en este disco. Además, tenía ganas de
hacer un disco de voces femeninas latinoamericanas, pero me quedó grande en la
gestión, porque de pronto podía hablar con alguna artista de forma directa,
pero después está el sello y un montón de cosas que lo complican. Quería hacer
algo más latinoamericano, fue un sueño al que no renuncio, pero no era el
momento. Lo hablé con Liliana Felipe y me dijo que era un repertorio muy
masculino, y eso hizo que lo repensara, pero estas canciones andaban ahí dando
vuelta. Entendí que por este momento, que incluso tiene que ver con un momento
de deconstrucción mío, estos temas tenían que ver con mi camino.
Sin embargo el disco tiene una presencia
femenina fuerte en autores y referentes que funciona como hilo además de
“Guitarra negra”…
El “Como yo
lo siento” para mí es Amalia de la Vega. Es un tema de Osiris Rodríguez
Castillos, pero yo lo conocí por Amalia de la Vega. Ahora se festejan los cien
años y me gusta que se ponga en valor la figura de la mina que, por ahí para el
ambiente tanguero y folklórico es conocida, pero que no es alguien popular,
ojalá se reivindique la figura de esa mina. Esa canción para mí, más allá de
que conozco a su autor, para mí era Amalia de la Vega. Y “Guitarra negra”
también tiene su significado. El “hago falta” es una declaración conmigo misma.
Yo hago falta, porque siempre hay un prejuicio con decir “yo”, y ahí instauro
la pregunta, ¿por qué no puedo decir yo?, ¿a quién le molesta que yo haga
falta?, entonces para mí hoy mis piernas en el polvo, en la marcha, son
fundamentales. Y cuando digo “yo”, también digo “vos”. Es muy importante que
vos estés, que sientas que falta tu gráfica en el pueblo, en la foto, qué bueno
sería que estuvieras diciendo qué es lo que querés, qué deseas.
Y, concretamente en el rock, ¿hacías falta?
No sé para
el resto. Para mí, yo me hacía falta con este repertorio, con estas letras que
me representan. Yo me hacía falta, ni idea para otro.
Y a la música uruguaya, ¿qué le hace falta?
En realidad
creo que a mí, me hace falta respetar el proceso de cada musique, y que cada
uno habla lo que desea hablar y que esa decisión política inevitablemente tiene
cascadas, repercusiones de alguna forma, podrán gustarme o no, pero eso también
es una decisión política mía. Cada uno deberá, inevitablemente, hacer su propio
camino independientemente de mi gusto particular, y mi más profunda decisión
sería ser menos crítica con lo que los otros hacen y volver esa crítica a qué
estoy eligiendo hoy yo para hacer viable el cambio en algunas cosas. No digo
que haya que renunciar a quien uno es y a lo que uno piensa o sus ideas, pero
ser menos crítico o crítica con lo que otro u otra hace, relaja más la situación,
si no uno está todo el tiempo en “aquello está bueno, aquello no lo está”. No
quiere decir que todo te guste, pero relajar un poco ese lugar de criticar todo
el tiempo los caminos, es como si yo te dijera a vos cómo tenés que vivir,
¿quién soy yo? Y lo mismo pasa con lo artístico. Luego decidiré si algo me
gusta, pero ser más relajada en juzgar el camino del otro. No quiero hacerlo, o
hago el esfuerzo de no ser criticona. Quiero creer en la colaboración,
fervientemente, apasionadamente quiero creer que está mucho mejor que hagamos
esto juntos que no hacerlo, más allá de mi gusto personal. Hay empatías y
lugares de encuentro, y tengo ganas de que esos lugares estén. Obviamente, hay
gente con la que no se me ocurriría, porque me distancia un abismo, pero tengo
más ganas de cercanías.
¿Ves el rock de la misma manera que cuando
arrancaste?
Yo no vía
mucho, la verdad. Primero que el devenir de esa banda tenía que ver con Tabaré,
no con el propio, si es que lo tenía. El rock de antes lo vivo con una ajenidad,
y lo de ahora es una decisión, es una decisión vieja porque canto estos temas
recontra clásicos, en versión rock. Entonces veo a la gente más veterana
identificada con las versiones que yo hago, reconociéndolas y cantándolas, y a
lo mejor también logro que gente más joven conozca estas historias como la que
hay en “De Corrales a Tranqueras”, que es una historia divina de amor, de amor
hacia otra persona. Eso es muy hermoso.
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